Seguramente si pudiéramos hablar con una persona que vivió hace más 100 años y contarle lo que para nosotros es actualmente “estar en contacto con nuestros amigos y conocidos”, en primer lugar no nos creería, acto seguido quedaría fascinada y finalmente aterrada.
No entendería el sentido de, por ejemplo, tener que compartir a cada momento lo que hacemos, dejamos de hacer o incluso lo que en un preciso momento es el mayor de nuestros anhelos. Ni cuál es nuestra corriente política o nuestra película favorita. Queda lugar a una reflexión: la de si de verdad es necesario todo este festival de indiscreción. Hay diversas opiniones con respecto a este polémico tema. Desde luego eso queda a elección del propio usuario. De hecho esa es una de las máximas de Facebook, una de las redes sociales con más usuarios del mundo, “el límite lo pones tu mismo”.
Hay quien dice que una cuenta en una red social en manos de quien no sabe usarla es como un arma. Definitivamente puede llegar a ser realmente peligroso. Algunos casos de personajes públicos al mando de un perfil de Twitter dejan más que demostrado que a veces es mejor callar que hablar y demostrar ciertas cosas que no ayudan a tu reputación. Que se lo pregunten también a la chica suiza que perdió su trabajo por ser descubierta usando Facebook cuando en realidad estaba de baja y tendría que haber estado tumbada en la cama sin moverse. ¿Injusticia? Bueno, siempre es duro perder tu trabajo. ¿Estabas usando el móvil solo un rato? Habría sido oportuno que no dejaras huella. ¿Le habría pasado esto a nuestros antepasados? Seguramente seguirían de baja y con trabajo.
A pesar de todo lo expuesto con anterioridad, en Cappuccino entendemos el mundo social media como un progreso total y rotundo y una herramienta de máxima utilidad. No podemos despreciar la ayuda que nos brindan las redes sociales hoy en día: la inmediatez a la hora de comunicarnos, el hecho de estar informado de casi cualquier acontecimiento importante a tiempo real. Después de mucho reflexionar llegamos a la conclusión de que del mismo modo que se aprende a conducir hay que aprender a manejar nuestras redes sociales. Tanto en tu vida personal como en la profesional la reputación adquiere un matiz muy importante. Podríamos plantearnos este asunto de la siguiente forma: ¿por qué publicar en Facebook o Twitter datos de nuestra vida que no gritaríamos a nuestros vecinos desde la ventana, o compartir ciertas fotos que nos darían vergüenza si se vieran al pasar por la puerta de casa? Dejamos un reciente experimento muy interesante de un estudiante británico que decidió demostrar la peligrosidad de exponer nuestra vida privada abiertamente en la red social Facebook, y lugar a la reflexión personal.