Para los griegos, la psykhe o el alma, era una cualidad característica de la materia con movimiento, siendo el componente espiritual de los seres vivos.
Entonces, ¿podemos hablar de marcas con alma? Por supuesto que si. Las marcas nacen, crecen e incluso se reproducen como un ser vivo más. Muchas de las grandes marcas se puede decir que a veces han gozado de vida propia y han crecido de manera independiente, por su propia cuenta y escapándose del rigor de los objetivos marcados en las oficinas de los departamentos de marketing.
Lo que quiero decir, es que la creación de una marca es algo planeado, con una misión determinada y con una visión de futuro estratégica, pero que se ve afectada de gran manera por factores externos a la planificación de la misma. Esto significa que a pesar de que el poder de influencia sobre una marca por parte de las empresas suele ser muy importante, muchas veces son los consumidores los que determinan cual es el poder y la influencia que puede adquirir la marca, llegando a convertirse en auténticas religiones para algunos y con un calado espectacular dentro de la sociedad.
Hay marcas en las cuales su mayor valor añadido es precisamente ese culto que han logrado generar detrás de su nombre, con un misticismo emotivo y completamente irracional que hace que la marca sea un referente socio cultural casi indispensable.
Posiblemente, si cerrases los ojos y te dijesen que pensases en una marca, lo primero que se te viniese a la cabeza fuese un rótulo rojo y blanco con el logotipo de Coca Cola, o una manzana de Apple. Pero hemos llegado a tal fanatismo por determinadas marcas, que hemos visto tatuajes de Harley Davidson en los brazos de los moteros más duros, orgullosos de presumir de un estilo de vida determinado que ha creado no un producto, si no una marca. Señores y señoras, esto es sin duda un ejemplo de una marca con alma, conseguir influir en la rutina de una persona no mediante la adquisición de un bien o servicio que facilite nuestro día a día, si no con una marca diferenciada que ofrece los mismos servicios que otros productos pero que supone un estilo de vida, un culto.
Harley Davidson ha conseguido que haya tres tipos de personas: los que no tienen una moto, los que tienen una moto, y los que tienen una Harley. Por eso cuando alguien se compra una Harley, no se está comprando una moto; está escogiendo un estilo de vida.